La valentía de la abuelita Elsa

 
La historia Elsa Ramos, de ochenta años, causó conmoción hace algunas semanas cuando se supo que estaba viviendo bajo un árbol, un algarrobo, en su natal Rapel, en Monte Patria, luego de perder todo tras el terremoto que azotó a la región en septiembre del año pasado.

Hace unos días la vida de la señora Elsa Ramos (80) dio un giro de 180 grados. Tras el terremoto que afectó a la región, en septiembre del año pasado, la “abuelita”, como ahora la llaman, sus vecinos y la gente, lo perdió todo. Su casa, la que amaba y que había levantado con mucho esfuerzo, se destruyó. No quedó nada. Sólo el recuerdo de años de sacrificio.

Así, de un segundo a otro, pasó de tener un techo donde cobijarse del frío y el calor, a dormir en la calle. Sí, bajo un árbol, un algarrobo que le hizo compañía durante los siguientes meses.
Allí, junto a sus mascotas, un perro y unos gatos, se armó de valentía, de fuerza y construyó su hogar, su nuevo hogar. Una humilde carpa destrozada por el paso de los años, la que afirmó a un árbol con uno que otro trapo o cuerda que encontró por ahí, recorriendo los alrededores en su natal Rapel, al norte de Monte Patria, tierra que tanta felicidad le supo entregar por años. Y de la que –créanme- se siente agradecida.

Muchas noches pidió auxilio, esperó por esa ayuda. Sin embargo, su gritó de socorro no fue escuchado. Allí tuvo que sobrevivir a las heladas y altas temperaturas, entre el polvo y la indigencia extrema. Tuvo que aguantar el dolor. Tuvo que levantar la cabeza y seguir, porque la abuelita Elsa nunca la agachó. Y no lo hará, seguro que no lo hará. Aunque sus ojos ya cansados digan lo contrario.

Tuvo que dormir, tras el terremoto, noche tras noche, en la soledad y sin que el mundo supiera de ella. ¿Qué necesitaba? Sólo ella lo sabía. Nadie más. Y lo hizo por meses, sin molestar a nadie. Sólo a sus mascotas, que seguramente sí entendían lo que Elsa, la abuelita querendona y admirada, quería. Sus mascotas la protegieron. Sin pedirle nada a cambio. Sin exigirle nada.

Y para eso, claro, tuvo que armarse de valentía. De mucha valentía y coraje. Y sola, como repite cada vez que se le pregunta cómo se siente. “Vivo solita, no tengo a nadie, sólo a mis animales, perros, gatos y los vecinos que se han portado bien”, cuenta tras un respiro a través del teléfono y siempre con esa fuerza que la ha mantenido firme pese a todos los inconvenientes que ha tenido que pasar.

“YA TENGO MI CASA”
A lo lejos se escuchan algunos ladridos de perros. Seguramente son los suyos, que dan la bienvenida al visitante. Los hace callar. Pero sus mascotas no le hacen caso. Siguen ladrando y con más fuerza. ¿A una persona? ¿A los animales del sector? Quién sabe. Sólo les insiste, como avisándoles que está el teléfono y que no la dejan escuchar. La señal no es buena, pero aun así la conversación es fluida.

Y así, con tierna voz y muy clara, pese a los ochenta años –que fácilmente pueden ser más por la vida que le ha tocado llevar- prosigue con su relato, pero ahora desde su hogar. No de la calle ni tampoco bajo ese algarrobo amigo, que muchas tardes la cobijó. Ni mucho menos sobre una calamina que usaba como colchón. Ni menos junto a esa frazada vieja que usaba para taparse cuando bajaba la temperatura. Ahora, Elsa Ramos lo hacía desde su dulce hogar, el mismo que le fue entregado el domingo pasado por la noche, no sin antes golpear puerta tras puerta.

Porque desde ese día que ya tiene un techo. Y una cama. Y unos sillones y sillas donde sentarse. Y un refrigerador. Y mucha ropa y comida. Y amor…
“En las noches me quedaba donde una vecina y ya en el día me iba a mi carpa donde me preparaba mis cositas para comer. Pero ahora estoy contenta, porque ya tengo mi casita, mis cosas. Tengo mi cama. Estoy feliz. Estoy contenta porque la gente se ha portado muy bien, mis vecinos y los niños me han ayudado mucho para levantar mi hogar”.
Es cierto que la “abuelita de todos” no lo ha pasado bien. Hace años perdió a su compañero de vida y desde ese momento ha tenido que batallar sola. Sin nadie. Sólo con el amor propio de alguien que busca y quiere vivir con dignidad.

Quién sabe si muchas tardes, frente a sus mascotas y el algarrobo, la invadió una particular sensación de soledad, un vacío, una nada enmudecida que la sumió en la tristeza –seguramente-, pero nunca en la desesperanza. Supo, creemos, que sobrellevó de buena manera la dolorosa percepción de orfandad, de ausencia de una persona insustituible como lo fue su marido, su compañero de vida.

VECINOS PARA APLAUDIR
Como en toda película, los buenos siempre aparecen en el momento justo, a la espera de esa llamada de auxilio. Llamada que fue escuchada por las hermanas Barraza, Vanesa y Fabiola. Ellas, tras enterarse de la situación, no cesaron en golpear todas las puertas posibles para pedir ayuda. Una vez que se enteraron cómo vivía la señora Elsa, no dudaron un segundo hacer todo lo humanamente posible para poder corregir la situación. En darle una cachetada al destino. Por lo mismo, y tras varios días de intensa ayuda, hoy ya están más tranquilas. Aunque claro, desean que ni la señora Elsa ni nadie viva lo que ya todos supieron a través de las redes sociales y de las páginas del diario El Día.

Fabiola cuenta que el marido de Elsa, Juan, era su padrino. Algo había de cercanía, “pero hace muchos años que falleció y yo mucho tiempo llevaba sin visitar su casa. Justamente fuimos hace algunas semanas y nos enteramos en la situación que vivía, por lo mismo comenzamos de inmediato a realizar las gestiones para que pudiera recibir una mediagua y que pudiera vivir con dignidad, puesto que sobrevivía solamente con la ayuda de algunos vecinos”, relata.

Día tras día sus quejas eran escritas en Facebook y visualizadas por muchos en las redes sociales. Reconocen que era la única manera de que la gente hiciera algo. De que reaccionarán. Y así, tras varios días, las noticias comenzaron a ser mucho más alentadoras. Y no eran sólo los vecinos quienes conocían el caso de la señora Elsa, sino que muchos que a través de su página en Facebook preguntaban cómo poder ayudar.

“Lo importante es que nos fue bien, ya que el domingo pasado le entregamos todas sus cosas y estaba feliz, parecía una niña cuando llegamos con todas sus cosas. Nos daba las gracias. Y nosotras felices de que la gente escucho y ayudó con muchas cosas, ya que ese día le entregamos su cama, un refrigerador, cocina, un living, mucha mercadería y ropa, así que imagínate lo feliz que se siente”.

AUTORIDADES
Los apuntados con el dedo fueron las autoridades. Sin embargo, al enterarse de todo fueron en su ayuda. Pero en su momento les costó, como cuenta el edil de Monte Patria, Juan Carlos Castillo.

“Hace tiempo conocíamos el caso de la señora Elsa, pero había serias dificultades para poder ocupar el terreno, ya que era arrendado, así que de verdad que era una situación compleja. Pero finalmente tuvimos que resolver ese tema, ayudamos a la señora Elsa y antes de la Navidad se le había entregado su mediagua, pero como no pudimos levantarla se tuvo que esperar. Pero ya está listo. Es más. Ella no quiso abandonar su terreno, porque no quiso dejar su espacio, su casa que fue destruida por el terremoto del pasado 16 de septiembre. No obstante, quiero aclarar que existen varias personas que están pasando por la misma historia. Hay gente que sigue viviendo en casas de adobe pero que no tienen ningún peligro, pese a que están partidas. Hemos revisado casi todas las casas y a nadie le hemos dicho que habite sus hogares cuando sabemos que puede ser peligroso”.

En tanto, el gobernador de Limarí, Wladimir Pleticosic, también concuerda con el edil de Monte Patria, señalando que hicieron todo para que la señora Elsa tenga un hogar donde vivir con dignidad.
“La vivienda de emergencia estuvo asignada en diciembre, pero no pudo ser instalada por no tener el permiso del dueño del terreno. Luego, el municipio y el ejército buscaron alternativas para solucionar el tema, pero la señora no quiso esas alternativas. Finalmente, se logró la autorización del dueño del terreno y cuadrillas del Ejército de Chile levantaron la vivienda de emergencia en el lugar que la señora quería”.
 

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Fuente: diarioeldia.cl