Argentina ganó anoche en La Serena el clásico rioplatense a Uruguay por la cuenta mínima, a través del único tanto del Kun Agüero a los 56’ minutos. Eso le dio al equipo del “Tata Martino la tranquilidad para enfrentar el tramo final de un partido que fue durísimo y en el que se mostraron los dientes reiteradamente.
La historia entre ambas selecciones, conque llegaban a este compromiso, muestra una equiparidad plena en sus 30 partidos en Copa América (13 victorias para cada una), desnivelada anoche en favor de los albicelestes y que permitió un nuevo capítulo: estrecho, tenso y friccionado. Dramático y hasta por momentos apasionante.
La diferencia que estableció el Kun en las redes llegó en un momento del partido donde Uruguay se estaba acomodando demasiado al empate. A esperar en su campo y lanzar la pelota para que volviera una y otra vez bajo los pies de Di María, Messi y Pastore, que fue quien se puso el overol para mostrar la elegancia y la paciencia del estilo Martino, que insiste en la búsqueda siempre con la pelota en los pies.
Por lo que estaba en juego, quizás resultaba más factible perder esa paciencia, más si al frente tienes a un equipo ducho, fuerte, muy conocedor de una sola faceta. Además, un empate o una derrota dejaba a los hombres de Martino con la obligación de triunfar en el último partido frente a Jamaica, aunque con menos chances de adjudicarse la llave, que es una de las pocas obligaciones que han plantado los trasandinos, quienes se mantendrán en la zona por la próxima semana viajando solamente a los compromisos que pueda enfrentar en la Quinta Región.
Argentina quiso y pudo ganar este partido más que Uruguay, que sabía que el empate no era una mala propuesta, frente a la última jornada que será el sábado en ese mismo escenario ante los guaraníes. Los planes tácticos estaban sobre la mesa, aunque los charrúas con un esquema claramente destructivo, faceta que siempre les dio resultados. Salvo Pastore, el líder en la insistencia y compañero de todos, al igual que Biglia, los argentinos buscaban tumbar a una zaga de cuatro rivales que no se salía de su libreto y mantenía lejos del peligro a su portero Muslera, más si delante de ellos había otros cinco que mantenían la misma compostura.
Un aspecto que a los dirigidos del “Tata” Martino les molesta es que sea su rival el que les tenga la pelota y Uruguay apostó a entregársela con suma facilidad, dejando en ataque, en una lucha fratricida con cuatro zagueros, donde Edinson Cavani vivió una jornada para el olvido y mus distante de sus compañeros.
Frente a esa propuesta Argentina fue inteligente, metódica y alternativa. Mostró sus cartas, no fue necesario que dependiera exclusivamente de su máxima estrella, Lionel Messi, metido sobre la banda derecha en la primera parte, abstraído ante el celo de Egidio Arévalo y Cristian Rodríguez.
Claro que le ganaron la lucha al ganador de la Champions League, quien tampoco hizo mucho por participar en el juego.
La etapa final presentaba una característica diferente, aunque al salir ambos equipos, con los mismos hombres al terreno de juego, claramente alguien debía salirse del libreto para alterar la estructura que amenazaba con tener otra lucha con los dientes apretados.
El comienzo de esta etapa se notaba el mismo monólogo. Si bien las ocasiones frente a los arqueros no se producían, siempre el peligro rondó más cerca del pórtico de los celestes. Uruguay seguía igual, sin nadie que pudiese darle un respiro, que pusiera la pausa. La apuesta se mantenía en base al juego aéreo donde no hay otros como ellos. De esa manera complicaron en parte a los bicecampeones del mundo con cabezazos de Rolan y Godín.
Avanzaban los minutos. Cada vez que Messi buscaba sus filigranas, la marca se dejaba sentir. El 10 por momentos se descompuso, aunque esa actitud arrastró al resto de sus compañeros, quienes a esas alturas comenzaban a sentir que el partido debía tener un cambio, un giro que los llevara a tener mayor protagonismo frente a un rival que comenzaría a crecer si todo seguía igual.
Recién se cumplía el primer cuarto y Pastore, bien metido en el juego, entrega a un Zabaleta que ganó los segundos oportunos para levantar un centro al primer palo que encontró a Agüero ganándole a Giménez. Metió la cabeza para meter el balón en el primer palo. Fue un golazo, por el arrojo del atacante y por el matiz impuesto en el traslado y la tenencia trasandina.
Ahí estaba el premio a la paciencia. Poco se había mostrado el atacante del Manchester City. No obstante, tenía hambre de algo más. El triunfo, el liderato y no depender de otros, cuando llegue la última fecha para resolver la llave. En esos momentos todos se sacaron el peso de la mochila. Asumieron que los últimos 30 minutos de juego tendrían ya la otra parte. El apuro de su rival y la guapeza. No se equivocaron. El profesor Tabarez inició las modificaciones buscando un sello ofensivo, sabiendo que la marca en la zona media no sería la misma. Era el momento para que Pastore siguiera luciéndose. También Lionel Messi.
Messi ya no estaba tan pegado a la banda. Esta vez transitó, bajó a campo propio a tener el balón. Sabía que ahora el campo era diferente y era factible ver a Muslera con mayor claridad, sin tanta pierna que se cruzada en el camino. Trató con sus diagonales, cambio de frente, buscó con Carlos Tevez (a esas alturas había ingresado por Agüero), remató ante Muslera, pero su gol nunca llegó.
La eficiencia, a esas alturas, encontró a otros protagonistas. Los defensores trasandinos liderados por Mascherano y al portero Romero, quien realizó dos tapadas de triunfo. Primero, ante un remate cruzado de Pereira que luego de manera increíble elevó Roldán y ya en la agonía, al contener un disparo a boca de jarro de Abel Hernández, que había ingresado minutos antes y cuyo empuje generó más de una zozobra en la zaga albiceleste, insuficiente para lograr algo más, aunque su reacción simplemente fue tardía y escueta.
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Fuente: diarioeldia.cl