No fue el resultado esperado. Ni por los hinchas y jugadores. Lo cierto que la Roja sufrió, y mucho. La falta de finiquito y sus problemas defensivos, principalmente en la primera parte, le terminaron costando el empate 3-3 frente a un eficaz México, que le complicó la vida a los 45 mil hinchas que llegaron al Nacional con un planteamiento ordenado, directo y efectivo.
ERRORES. Sí, el seleccionado azteca hizo su partido y le resultó a la perfección. Y todo gracias a que la apuesta inicial del técnico casildense no cumplió con lo esperado. Porque Alexis Sánchez se vio siempre muy solo. Naufragó en ofensiva, sin un compañero ideal, debido a que Eduardo Vargas, sorpresivamente, jugó más retrasado, quizás mucho más preocupado de las subidas del lateral que de llegar con peligro. A eso, también hay que sumarle que no fue bien asistido por los volantes, que se vieron con escasa movilidad y poca conexión.
Por eso, no fueron extraños los reclamos de Jorge Valdivia pidiendo constantemente el balón para crear juego y así comenzar a jugar, como les gusta.
De esta manera, el panorama se veía difícil. Y se puso negro aún más cuando el delantero Matías Vuoso marcó el primer tanto, aprovechando una desconcentración de los defensores chilenos. Era un golpe necesario. Porque el silencio en el Nacional y la molestia de Jorge Sampaoli por la desinteligencia, duró sólo algunos minutos. Es que Arturo Vidal marcó la igualdad apenas unos minutos después, demostrando que cuando está al cien, es un jugador importante. De esos que todos quieren y necesitan en su equipo. Y tras el empate se pensó que la Roja cambiaría el chips y que todo sería mucho más fácil. Pero no fue así. Las cosas siguieron de igual manera y eso lo aprovechaba México, ya que nuevamente se ponía en ventaja con gol de cabeza, acusando de golpe uno de los mayores problemas que ha tenido este equipo: la altura. Hasta ahí, por cómo se jugaba el partido, no había nada de raro. El seleccionado azteca era el justo ganador. No obstante, cuando se llegaba al final de la primera fracción, Eduardo Vargas, tras una buena jugada colectiva, marcó el empate. Claro, por fin el delantero más goleador en la era Sampaoli se olvidaba de marcar y le dejaba en claro al propio técnico que su lugar está ahí, en el área rival. Es donde mejor se siente.
MEJOR. Parece que en el entretiempo el que tomó un café bien cargado fue el DT. Porque la Roja entró a jugar con un equipo similar al de siempre. Ese que gusta y entusiasma a la gente. Que cansa al rival, que lo agota. Y así aparecieron los mejores momentos del equipo liderado por Arturo Vidal. Por eso, nadie dudó cuando el volante de la Juventus, tras ser derribado en el área, marcaba el tercer tanto y conseguía lo que en su momento se dudo; ponerse en ventaja. Además, el jugador atinó con el gol mil de la Roja, “aunque no me preocupo de eso, de las estadísticas, sino más bien de ayudar a que el equipo gane”, dijo una vez finalizado el compromiso.
Sí, por fin el equipo nacional se ponía en ventaja y entusiasmaba a una hinchada que tuvo que tener, en el primer tiempo, la arenga de Claudio Bravo para saltar y cantar.
Y la ventaja pudo aumentar. Lo tuvieron varios, pero la más clara fue la del volante Jorge Valdivia, que solo mandó su disparo a centímetros del vertical, cuando Vidal lo miró y le dijo ¡hágalo! Pudo ser el gol de la tranquilidad. El del triunfo. El de la clasificación. También lo tuvo Alexis Sánchez, pero su gol fue anulado, aunque de mala manera, cuando ya la euforias era total en el coliseo nuñoíno. Sí, eran buenos momentos los del “Equipo de Todos”. Pero había que aumentar el marcador para no pasar susto. Y más en los minutos finales. Pero pasó lo que nadie imaginaba. Es que tantas ocasiones desaprovechadas terminaron por jugarle en contra. Porque fue Matías Vuoso, el más peligroso en el equipo azteca, el que nuevamente dejó en silencio el Nacional. Con la última línea mal parada capturó un largo balonazo y volvió a batir a Bravo. Era el empate y ya los minutos se esfumaban. El tiempo se agotaba. No había mucho por hacer.
Claramente no era el partido de Chile. Y tampoco de Jorge Sampaoli, puesto que los cambios tampoco surtieron el efecto esperado y de esta manera la Roja, alentada desde las tribunas por la Presidenta Michelle Bachelet, terminaba sufriendo un empate a tres goles poniéndole un toque de alerta, pensando que todavía no está clasificada y que para ganarle al siguiente rival, Bolivia, que venció a Ecuador y lo dejó prácticamente fuera de carrera, tiene que hacer un partido perfecto. Es que la mejor generación de la historia, como se autoproclaman los propios jugadores, no puede ni debe seguir cometiendo más errores.
Fuente: diarioeldia.cl