Fue uno de los economistas referentes a la hora de explicar los impactos que tendría la reforma tributaria impulsada por el Gobierno. Recorrió todo nuestro país dictando conferencias, seminarios y talleres. Hoy, una vez más se ha convertido en una voz autorizada para hablar de los posibles impactos que tendrá otra de las reformas, la laboral.
En su paso por la Región de Coquimbo, donde expuso ante un importante número de gremios locales, Bernardo Fontaine habló con El Día.
Durante su última visita a la región usted señaló que la Reforma Tributaria era una iniciativa mala. ¿Qué opinión tiene ahora de la Reforma Laboral?
“Yo creo que también es una reforma mala, porque no resuelve los problemas fundamentales que tenemos en el mundo del trabajo y además es una reforma a la que le falta calle, análisis y diálogo. De hecho, en los trabajadores y empleadores es una reforma que no tiene a nadie satisfecho. Sólo el 32 por ciento de los trabajadores apoya la reforma, hay mucho que trabajar aún”.
– Sin embargo, usted ha señalado que hay cosas buenas y malas en esta reforma. ¿Cuáles son esas?
“Lo primero importante es que hagamos una reforma, ya que la legislación laboral es añeja. Segundo, que se considere lo que se llama adaptabilidad laboral, es decir, que los trabajadores negocien con sus empleadores horarios distintos, por ejemplo típicamente un comercio, quienes prefieren trabajar más previo a Navidad porque se llevan una comisión mejor y posibilidades de ganar más. Y prefieren trabajar menos en el mes de enero. Desgraciadamente, en este punto la reforma es muy mezquina y confía poco en los trabajadores y deja esta posibilidad de adaptabilidad sólo para las empresas que tienen un alto nivel del sindicalización, con lo cual las pymes quedan fuera. Pero es una buena idea que hay que mejorar. Y en tercer lugar, había una búsqueda importante de establecer en la ley laboral, la necesidad de una huelga pacífica. Lamentablemente, esto que era bueno le echó bastante agua en las indicaciones y se eliminó el que la huelga tuviera que ser pacífica. Y eso era importante porque lo que está claro es que tenemos que desterrar completamente la violencia de la sociedad chilena. Y cuarto, dentro de lo bueno, está que tenemos una mayor definición de las prácticas antisindicales, que hay que erradicarlas”.
-¿Y lo malo?
“Que es una reforma anti Pyme. Segundo, que es una reforma no inclusiva porque hay uno de cada 14 chilenos que está en edad de trabajar, que está sindicalizado y que puede percibir eventualmente los beneficios de la reforma. Hay otros 13 que no están en el sindicato o en empresas que no tienen sindicatos o tienen contratos que no son indefinidos y que son por plazo fijo o no trabajan. Para 13, de cada 14 chilenos en edad de trabajar, esta reforma laboral no ofrece nada. Tercero, es una reforma que va a impactar a los ciudadanos, a los consumidores o a los usuarios de los servicios porque al establecer una huelga sin reemplazo y una negociación colectiva, entre los sindicatos y los empleadores, más aguda, más fuerte, más agresiva, va a producir más conflictos laborales y va a haber más huelgas, pero, a diferencia de las actuales, donde la empresa sigue funcionando y entregando los servicios a los ciudadanos, estas huelgas se van a convertir en paralización, porque la empresa no va a poder sustituir a los trabajadores. Eso va a impactar a terceros. Tiene que haber una huelga, pero no una paralización que afecte a esos terceros”.
-Usted ha señalado, además, que esta reforma no busca la creación de empleo….
“De hecho, el diputado Andrade, que ha sido como el padre de esta reforma, dijo expresamente que esta reforma no busca crear empleo. Y creo que esa es una gran pena, porque sabemos que la primera llave para luchar contra la desigualdad es dar empleo. El 70 por ciento de los adultos del 20 por ciento más pobre no tiene trabajo. No trabaja, porque está desempleado o no encuentra la forma de trabajar, porque muchas son mujeres que no pueden trabajar tiempo completo, pero sí lo podrían hacer por horas, pero la ley actual no contempla esa posibilidad, y tampoco lo contempla la reforma laboral. Creo que tenemos que combinar una reforma que por un lado fortalezca los derechos colectivos de los trabajadores sindicalizados, pero que también le entregue una mejor condición a los no sindicalizados, a los desempleados, a las mujeres, a los jóvenes, a los adultos mayores que se quieren incorporar al trabajo y eso significa más empleo”.
-Se habla también de una “sindicalización inducida”. ¿Qué significa eso?
“Los trabajadores pierden aquí algunos derechos. Por ejemplo, hay un esfuerzo porque el sindicato sea el único mecanismo a través del cual los trabajadores puedan negociar con una empresa. Versus hoy, que también se pueden organizar a través de grupos negociadores. De hecho, hoy, los trabajadores que no están sindicalizados tienen derecho a huelga a través de ese grupo negociador. Ese beneficio lo pierden porque estarán obligados a negociar a través del sindicato o no lo van a poder hacer. Lo cual parece injusto. Parece también poco práctico y absurdo y poco inclusivo que el sindicato vaya a tener un veto a la posibilidad de extender los beneficios de un acuerdo de negociación colectiva a los trabajadores no sindicalizados. Hoy el empleador puede negociar con un sindicato y esas mismas condiciones traspasarlas al resto de los trabajadores. Eso se acaba. Y eso va a producir que, por ejemplo en un banco, tendrás dos cajeros que hacen la misma función y uno tendrá una canasta de navidad u otro no. Otro hecho tiene que ver con el descuelgue en la huelga. Hoy los trabajadores van a huelga, por 15 o 30 días, y es posible que después de ese plazo se descuelguen y se retiren y vuelvan a trabajar, por ejemplo, si la empresa entrega una nueva oferta con la cual ese trabajador está de acuerdo. El sindicato no, pero él puede volver a trabajar. Eso se acaba, entonces cuando la huelga que es indefinida el trabajador estará obligado a seguir en huelga aunque no quiera”.
– Esta reforma parte de la base de romper con la desigualdad y eso pasa por mejorar los sueldos. Usted ha señalado lo peligroso que puede resultar el subir artificialmente los salarios….
“Lo primero que hay que decir es que en Chile los sueldos son malos. Pero son bajos por dos razones, el nivel educacional no es alto, la capacidad productiva no es eficiente y tenemos una situación que da cuenta que producimos mucho menos que los países desarrollados. Tenemos que mejorar eso. Pero no podemos subir artificialmente los sueldos por ley, porque eso significaría pan para hoy y hambre para mañana. Eso porque podríamos hacer que nuestras exportaciones no sean competitivas para el resto del mundo, Chile perdería mercados, hacer que nuestra industria nacional sea menos competitiva o haría subir los precios en otros sectores que no son importadores ni exportadores. El problema de subir los salarios artificialmente es que vamos a provocar que mejoremos las condiciones de los trabajadores en un principio y después esto se diluya a través de la inflación y menor empleo”.
-Los gremios locales dicen que no han sido escuchados. ¿Qué esperan ustedes de lo que viene en la discusión parlamentaria?
“Lo que espero es que se pueda producir en el Senado una conversación más abierta. Donde participen los gremios, los ciudadanos, una discusión más técnica de la reforma, donde también se escuche a los trabajadores, a sindicalizados y no sindicalizados, no sólo a la CUT. Recordemos que la CUT tiene un porcentaje muy bajo de los trabajadores chilenos, básicamente los empleados públicos. Lo importante es que a partir de allí se pueda sacar una reforma que nos beneficie a todos. Es muy importante escuchar a la Pyme, que es la fuerza de Chile, el futuro de nuestro país está en la Pyme. ¿Y la Pyme puede soportar una huelga sin reemplazo?, no tiene la espaldas financieras que significa una paralización de la empresa”.
-¿Es una reforma laboral o sindical?
“Yo creo que más bien es una reforma sindical. Todos sabemos de dónde viene, esta reforma viene de un acuerdo con la CUT para que apoyaran, junto con el Partido Comunista, con votos a la Presidenta Michelle Bachelet. De ahí surge esto, y surge de un diagnóstico equivocado y se parte de la base de que falta negociación colectiva y que hay un conflicto entre los empleadores y los trabajadores, pero si uno va a las encuestas del propio Ministerio del Trabajo, el 84 % de los trabajadores se declara satisfecho con la última negociación colectiva”.
-¿Usted cree que los casos como Penta, Soquimich o Caval, han complicado el debate de esta materia?
“Creo que esos casos han significado desviar la atención de problemas muy urgentes y dramáticos y teleséricos, y han significado un menor análisis de la reforma laboral, lo que es malo porque esta es una reforma que nos va a definir en buena manera cómo va a funcionar el país por los próximos 30 años o más, entonces necesitamos dedicarle el tiempo y la concentración”.
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Fuente: diarioeldia.cl