Restaban pocos minutos para el final del partido cuando una jugada pudo haber cambiado la historia. También horas de sufrimientos. El hincha, gritando a esa altura más por el afán de molestia, instaba al equipo dirigido por Marcelo Corrales para que se fuera con todo en busca del triunfo. El partido estaba empatado con goles de Guillermo Suárez y de Boris Rieloff. Coquimbo jugaba con uno más tras la expulsión de Rentería. Por lo mismo, los pelotazos, muchas veces sin rumbo, eran frecuentes. La idea era clara: que Gustavo Lanaro lograra pivotear para el ingreso de Tarifeño o Monje. Y se intentó una y otra vez. Tenía que salir esa jugada. Y salió. Un centro largo desde la derecha cayó justamente en la cabeza del delantero trasandino, que ganó para que Leonardo Monje, con el alma, rematara a escasos metros del arco. ¿Gol? Muchos en el estadio lo gritaron; Monje y Tarifeño, ahí en la jugada, también. El portero Santiago Morandi, testigo privilegiado, señalaba que la pelota había entrado por el costado. Lo mismo la defensa visitante. Y también el árbitro Cristian Rojas, que sin la ayuda de sus colaboradores, sólo atinó a poner la pelota al piso para el saque de meta. Para muchos fueron segundos de incertidumbre. De angustia. Pensar que en esa jugaba tuvieron el triunfo. Porque el partido se terminaba. Se acababa y Coquimbo Unido seguía sin ganar.
Seguramente con la imagen de la televisión, días posteriores, se sabrá si realmente fue gol y se le privó a Coquimbo Unido de su primera victoria en el campeonato -y los reclamos a la FIFA, como dice el refrán-, o simplemente la pelota entró por el costado y la vida sigue igual.
NERVIOS. Lo cierto es que ayer fue un partido especial. Coquimbo entraba a La Pampilla de la mano de otro cuerpo técnico. Uno muy distinto: Marcelo Corrales hacía ingreso al recinto con el apoyo del público. Había nervios, pero también confianza. La misma que sentía Jorge Cerino en algún lugar del estadio. Porque si bien no pudo dirigir por la suspensión de cuatro fechas que le tiraron en el fútbol joven, sí realizó la charla en la previa, arengando y entusiasmando uno a uno al plantel. Y de algo sirvió la arenga y el apoyo por parte del público, porque cuando se jugaban los dos minutos de juego Coquimbo Unido abría el marcador. Y el gol se festejó como nunca: con los suplentes, con los peloteros. Con todos. Porque Coquimbo por fin soñaba con una tarde tranquila. Ganaba, que era lo más importante, y la visita quedaba con un hombre menos, tras expulsión de Emilio Rentería. Sí, porque sin jugar bien, Coquimbo avanzaba, que era lo más importante. Había que conseguir el triunfo para luego comenzar a jugar bien. Era lo principal. No obstante, el panorama fue cambiando. Ñublense, que tampoco hizo mucho, agarró confianza y con algunas modificaciones complicó al pirata. Así, a los 74’ puso el empate. Con uno menos la visita hizo lo suyo. Y Coquimbo, sin muchas piernas y con más entrega que ideas, intentó buscar la victoria, que finalmente nunca llegó, pero que de todas maneras dejó con tranquilidad al técnico Marcelo Corrales, “porque lo mejor de todo es que están las ganas de sacar esto adelante. No se perdió, se sumó un punto y eso también levanta el ánimo a los muchachos dentro de todo lo bajoneado tras el empate”.
Fuente: diarioeldia.cl