Miguel Angel Cortes: Rompiendo las barreras

 
El joven de 20 años lucha contra la adversidad en la piscina del Cendyr

Miguel Ángel Cortés sonríe con la naturalidad de un joven de 20 años. Con un pasado que para muchos podría sonar trágico, para él es sólo un conjunto de anécdotas que le ayudaron a ser quien es hoy. Porque no dramatiza y también, pese a todos los problemas, disfruta el presente y mira el futuro con optimismo.

La historia de este joven, que hace tres años sufrió una descarga eléctrica en una torre de alta tensión, en Tierras Blancas, Coquimbo, causándole la pérdida de sus dos extremidades, tres cuartas parte de su glúteo y casi la vida, no parece cuadrar con su alegre presencia y mirada despreocupada.

Al conocerlo se tiene la impresión de haberse encontrado con una de esas personas de las que difícilmente se olvidan. Tiene la mirada expresiva y, además, sabe interrumpir las partes demasiado dramáticas con una sonrisa. También entretiene, hasta cuando se autocompadece. Es que con él casi no hay pausas para el silencio. Y eso que la bulla abunda en el Cendyr, a eso de las 19:00 horas, donde una veintena de jóvenes entra y sale del agua -una y otra vez-, al ritmo de un sonoro pito de sus respectivos entrenadores.

Miguel Ángel es consciente de que la adversidad lo ha hecho sabio más allá de su edad y pese a tener tercero básico, cosa que espera cambiar de golpe, “ya que dejé pasar mucho tiempo sin estudiar y no lo hice antes porque no me gustaba ir a la escuela y no le hacía caso a mis padres”, dice con autoridad y confiado en sí  mismo, de que volver a retomar los estudios es una de las prioridades y objetivo que espera cumplir.

Escucharlo, una y otra vez, llama la atención. También de los apoderados que acompañan a sus hijos a las clases de natación, quienes lo miran absorto cuando lo escuchan. Y aunque a muchos les cueste creerlo, confiesa que le han pasado grandes cosas desde que pasó el accidente, donde lo más terrible fue perder, lejos, a su amigo, con quien se encontraba trabajando aquel fatídico día en que el rumbo de su vida cambió de golpe.

“Me ha hecho pensar de forma distinta sobre ser padre, ser pareja y ser humano”, explica Miguel Ángel, antes de tirarse a la piscina del Cendyr, donde entrena todos los días bajo la supervisión del profesor de educación física y atleta, Pedro Araya, quien lo encontró un día en la playa y de inmediato lo acogió. “Aunque estuve como ocho meses convenciéndolo de entrenar con nosotros, ya que de inmediato vi sus cualidades. Y pese a que le gustan los desafíos, me costó un montón convencerlo, pero acá está y trabajando a la par de sus compañeros, sin distinción, ya que para mí y el resto de sus compañeros, tiene las mismas obligaciones y hace los mismos ejercicios. Y hasta tira bromas, principalmente cuando estamos haciendo flexiones de brazo, jeje. Es un buen chico el Miguel”, cuenta Araya.

Sí, el Miguel, como lo llaman en el Cendyr, descubrió una tarde que la natación se podía convertir en el faro de su vida. Y no dudó ni un segundo en lanzarse a tal travesía para darle un giro a su vida.

 

VOLVER A CAMINAR. Fueron semanas en el hospital, de muchas operaciones y bastante dolor, pero más que nada del corazón. Es que para un adolescente sufrir un accidente de tal magnitud, sin duda que es un golpe a la realidad muy fuerte, más aún cuando hay vidas de por medio.

“Ocurrió el 11 de abril de 2013 en Tierras Blancas. Estábamos poniendo publicidad y lo terrible fue perder a mi amigo, más que mis dos extremidades, ya que nunca decaí y entré en depresión. Quizás las primeras semanas me hacía preguntas y estaba un poco triste, pero después comencé a practicar deporte, como correr y también al tenis de mesa, y me olvidé por completo de lo que había sucedido, que en realidad fue demasiado grave y hoy, ya con más calma y serenidad, pienso que fui afortunado, porque con el golpe eléctrico se cortó toda la electricidad en Tierras Blancas, cuando por casualidad pasamos a llevar unos cables de alta tensión. Aún recuerdo que nos agarró la corriente y nos reventó, llevándose la peor parte mi amigo, que murió en el momento”.

Sí, para Miguel Ángel las dos primeras semanas fueron de angustia, donde se sentía frustrado. Adiós sueños. Sin embargo, tras recuperarse decidió darle un vuelco a su vida y en ello, el deporte fue fundamental. Admite que siempre le gustó nadar y salir a correr, pero que no sentía motivación para hacerlo. Hoy es diferente. “Nunca me rendí porque jamás escuché decir a la gente que no podría hacer mi vida con normalidad”, agrega. Y luego menciona que “si te dices a ti mismo que no vas a poder hacer algo, entonces es probable que no puedas hacerlo. Es crucial automotivarse. Además, mis padres están contentos de que esté haciendo deporte. Es que de verdad, después de lo que me sucedió, tuve que volver a caminar, a mover mis prótesis, donde la Teletón también me ha servido mucho para salir adelante. Es complejo cuando no tienes el apoyo, pero por suerte yo sí la tuve, tanto de mi familia y de mis amigos”.

 

RAPEL. El triatlón, al igual que la vida, está lleno de obstáculos y pruebas. En esta particular disciplina -que reúne a tres deportes-, Miguel Ángel espera hacerse grande. Sabe que será complejo, pero lo asume.

“Nos estamos preparando para  el campeonato nacional que se realizará en Rapel, el 27 de septiembre. Es primera vez que participaré en un torneo de esta magnitud y por eso el trabajo ha sido duro, intenso, pero me gusta, me siento bien cuando hago ejercicios. Entrenamos de lunes a viernes en el trote, bicicleta y natación junto al “Profe” Pedro, que ha sido un pilar importante en mi recuperación. ¿Sabes? Todo pasa por algo, ya que nos conocimos por casualidad un día que fui a trotar a la playa. Recuerdo que se me acercó un niño diciéndome si quería entrenar con ellos (Coquimbo Triatlón Club) y lo cierto es que me interesaba, pero no tenía dinero, ya que en mi familia somos de escasos recursos. Y fueron casi ocho meses donde el profe me hablaba y me decía que entrenara con ellos, hasta que hace dos semanas acepté y acá estoy, poh. Además que ahora estoy trabajando, me alcanza la plata y también el tiempo. Sigo trabajando en la misma empresa de siempre, ya que aquella vez en la que sufrí el accidente fue porque estaba haciendo un pololo para otra empresa”.

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Fuente: diarioeldia.cl