Por momentos su relato conmueve. Pero insiste en que es necesario, sobre todo para dejar en claro que se trata de una enfermedad.
La entrevista la concedió junto a dos personas más que también enfrentaron el mismo drama del consumo de licor. Paralelamente integran Alcohólicos Anónimos y están empeñados en difundir lo que realizan.
Mario asegura que en una sala todos son iguales. Es por ello que nadie tiene un título definido. “Se forma una mesa de servicio que es para llevar un orden donde hay un coordinador que es una persona igual que nosotros, un tesorero y un secretario”.
El 13 de agosto de 2015, Alcohólicos Anónimos cumplirá 50 años en Chile. Partió en Estados Unidos liderado por dos alcohólicos desahuciados quienes se juntaron para hablar de la vida, pero no beber alcohol. Corría el 10 de junio de 19935. Es por ello que en el mundo la organización está por cumplir 80 años.
Admite que no sabía para nada de AA. Esto hasta que experimentó su propio drama. Sólo sabía por su existencia luego que en los económicos de El Día leía la frase de Alcohólicos Anónimos. Nada más. No tiene problemas en contar su historia.
Cuando en la Fiscalía le comentan que había agredido a su esposa, no lo podía creer. Pero lo peor estaba por venir. “Fue cuando en la Fiscalía estaban todos mis hijos con mi esposa en un lado y en el otro estaba yo sólo. Ahí me sentí una basura”.
Había echado por la borda toda una vida matrimonial. De hecho, en diciembre cumple 40 años de casado. “Ese día pensaba que la perdía”, confiesa.
Comenzó a ingerir alcohol a los 12 años, “pero esta es una enfermedad progresiva. Uno empieza a tomar y lo ve como normal, pero con el tiempo uno va a avanzando en la afección y empieza a tener esas lagunas mentales y no se da cuenta y no lo quiere admitir( que es alcohólico)”.
Subraya que en la familia de un alcohólico existe el miedo, “la esposa le tapa a uno, los hijos no lo quieren comentar y al final no hay un respeto, sino que es un miedo a nuestra figura”.
No esconde que en un momento pensó en suicidarse, “porque no podía creer lo que había hecho. Estuve cinco días botado en mi pieza sin comer, sin hacerme aseo y sin abrir la ventana. Y en esa tocada de fondo me acordé del teléfono que había visto en los económicos y pedí ayuda. Igualmente coincidió con que me vino a ver una cuñada, mi suegra y mi esposa y les dije que asumía que era un enfermo y un alcohólico. Lloré toda la noche y admití desde el primer día que tenía una enfermedad que era el alcoholismo y mi esposa dijo que me daría otra oportunidad. Le prometí que no le iba a fallar”.
De esa fecha han pasado cuatro años y hasta ahora ha cumplido, sagradamente.
Enfatiza que actualmente mantiene una excelente relación con su familia, sobre todo con su esposa, “y me cambió la vida. Tengo muy claro que no tengo que tomarme una copa. Si lo hago volveré a lo mismo y porque no quiero, no la ingiero, pero para mí ya no es tema”.
¿Cómo salir de este túnel?
Mario explica que con fuerza de voluntad. Esto porque desde su óptica no existe tratamiento alguno. “El tratamiento es Alcohólicos Anónimos. Me recuerdo que me recibió Luis, no lo conocía, pero fui a la reunión porque necesitaba ayuda y llegué por el número telefónico del diario”.
Enfatiza en que es escéptico de las visitas a los sicólogos o siquiatras, “porque esta es una enfermedad del alma y a la vez es una enfermedad física, porque el cuerpo, teniendo contacto con el alcohol, consume la primera copa y es como si le abrieran la llave”.
Los integrantes de la agrupación se reúnen dos veces a la semana en Coquimbo, en una dependencia de la iglesia San Pedro de Coquimbo, y en La Serena, las sesiones son lunes, miércoles y viernes. En Tierras Blancas, el grupo se reúne martes y jueves.
Mario explica que existen dos tipos de bebedores. El bebedor social, que es aquella persona que puede estar toda la noche con un vaso y no siente la necesidad de consumir el otro porque asiste a un encuentro a conversar. Después está el bebedor problema, “donde estábamos nosotros, que nos tomamos un vaso y enseguida queremos el otro y después empezamos a dar jugo y al final viene la agresividad”.
VOLVER A NACER
Luis tiene 68 años. También se reconoce un alcohólico, pero igualmente asegura que tuvo una segunda oportunidad de volver a nacer.
Él lo hizo el 9 de agosto de 2001. “Me estaba haciendo un daño irreparable porque comenzó a complicar la parte física y a perder la comunicación con nuestras familias. Vivía solamente para beber y todo giraba en el eje del alcohol. Inventaba fiestas, motivos y tenía la excusa correspondiente”.
Toda la vida estuvo ligado al alcohol, pero no se había dado cuenta del nivel de daño que se estaba haciendo. “Todo se hacía en base al alcohol, vivía en una familia donde se bebía. Mi padre murió alcohólico”, remarca.
Explica que una de las características de esta enfermedad es la negación. “Siempre uno dice que deja el trago cuando quiera. Me tomo mi plata, soy hombre. Uno coloca un montón de justificaciones”.
Enfatiza que se debe tener en cuenta cuando se comienza a beber solo, al encontrar cualquier excusa para consumir una copa. “En mi caso sentía una gran soledad. Trabajé en una institución de las Fuerzas Armadas, jubilé y me quedó un tiempo de vacaciones largas. Nos radicamos en Coquimbo y fue el detonante de lo que venía, porque oportunidad que tenía de beber la aprovechaba al máximo. Lo único que quería era tener un espacio donde nadie me controlara. Fueron nueve años en las mías, porque me gustaba el efecto que me provocaba el alcohol, pero eso empezó a pasarme la cuenta. Cuando llegamos a esa situación es porque el alcohol nos tiene atrapados y vivimos para la bebida y nos empezamos a aislar. Y el himno nacional de los alcohólicos es que ‘te prometo que esta es la última vez’. El sentimiento de culpa y remordimiento es grande, pero a medida que se arreglaba el cuerpo nuevamente uno caía”.
Pero en un momento decidió cambiar y comenzar a vivir el día a día. “Me dijeron ‘el hoy existe, el ayer ya pasó y el mañana tal vez no llegue’ y de ahí que vivo intensamente las 24 horas y le decía a Dios que me diera la fuerza para vivir durante las 24 horas”.
ATRAMPADO EN UN
TÚNEL SIN SALIDA
Carlos es mecánico y toda una vida ha estado ligado a la mecánica. Pertenece a la comunidad de AA que funciona en Tierras Blancas. Participaba en reuniones que se efectuaban en el sector del consultorio. “El problema está en que me dieron el alta y dónde iba, qué hacía. Llegué a Alcohólicos Anónimos donde me dieron el apoyo y eso es lo que me mantiene sobrio “.
Si bien valora que el Gobierno tenga centros de rehabilitación para enfrentar la enfermedad, sí alerta que una vez que los beneficiarios salen con el alta, la disyuntiva es dónde ir. “Dos años con el Gobierno y después nuevamente a la esquina y en mi caso me encontré con esta comunidad, donde uno vuelve a renacer”.
Comenzó a beber a los 13 años “y toda mi vida he pasado bebiendo, teniendo todo, familia, trabajo. Me pagaban semanal y me gastaba la plata y el día lunes no tenía un peso porque me lo había tomado todo”.
Admite que en su labor de mecánico, al taller “los clientes llegaban con su botellita para el calor y el frío. Inventábamos algo para estar tomando todos los días”.
Su enfermedad lo llevó a tocar fondo. Tenía úlcera gástrica, presión arterial demasiado alta y una hernia al hiato. “Pero mi familia me ayudó, aunque en un principio me dijeron: ‘dejas de tomar o ándate’. El alcohol me estaba arrastrando, pero no tenía la mejor idea que el alcohol era una enfermedad. Me decían vicioso, alcohólico y yo me enfurecía, porque no me consideraba alcohólico. Tomaba, pero cuando realmente quise dejar de tomar, me di cuenta de que no podía. Solo no pude, me costó mucho salir. Incluso, los médicos no tienen idea lo que es el alcoholismo, no lo ven como una enfermedad”.
Incluso, advierte que hasta en este gremio existen personas que padecen el alcoholismo, “uno lo ve en todas las clases sociales, no solamente ataca a los más pobres. Ese es el estigma que existe. Ahora, si hubiese seguido tomando y me hubieran corrido, a lo mejor también estaría botado en La Recova. Además, las familias desamparan al ‘curao’ porque lo ven como un vicioso, pero no saben que esa enfermedad se puede tratar y se hace con un grupo de autoayuda. Esto es como una terapia espejo donde, en una reunión, el compañero comienza a contar su experiencia y uno se refleja en las experiencias de los otros. Aquí no hay terapias, sicólogos, puras sugerencias y el conversar las experiencias. La historia de Alcohólicos Anónimos es una conversación entre dos alcohólicos que se juntaron para conversar sus experiencias y eso los llevó a la sobrevivencia. Ahora, el alcoholismo es la puerta principal para las otras drogas”.
La asistencia a las charlas es completamente gratis, además existe un anonimato, donde no se lleva estadística ni registro de los integrantes. Tampoco se pagan cuotas. “Nos mantenemos con nuestras propias contribuciones. El único requisito para integrar Alcohólicos Anónimos es el deseo de querer dejar la bebida. Aunque venga saliendo de la cárcel y haya matado a la madre o la abuelita”.
Fuente: diarioeldia.cl