“Ya no existen esos quijotes que dejan todo por el teatro”

 
Se la ve a menudo caminando por las calles del centro, casi siempre vestida de negro. Es una reconocida actriz en el plano local y más allá también. Conversamos con ella en su oficina de la Universidad de La Serena, en el campus Isabel Bongard.

La artista nos recibe distendida en su oficina del Campus Isabel Bongard, en la ULS. Claudia Hernández, no tiene problemas en hablar de su vida, su presente, pasado y futuro.
-De todas tus actividades, te conozco más como actriz, ¿es lo que más te representa?
“Es lo que corresponde a mi estudio profesional, yo estudié actuación en una escuela – en el I.P. Teatro La Casa, Santiago-y oficialmente soy actriz. Todos los oficios paralelos los he aprendido en la práctica. Yo volví a actuar hace unos cinco años después de un periodo largo en que estuve dedicada a la dirección, a la docencia y a la escritura. Soy de las actrices que les cuesta actuar y dirigir al mismo tiempo. No me gusta autodefinirme como poeta, yo soy una actriz, directora y dramaturga que escribe poesía”.
-Háblanos, por favor, de Topografía de un desnudo.
“Es parte del proyecto Escuela Teatro Puerto, gratuita para los estudiantes, con financiamiento de FONDART. En este segundo semestre cada uno de los directores debíamos trabajar con teatro chileno de distintas épocas y yo escogí esta obra de Jorge Díaz de 1966. Las otras son Los invasores (de 1963) de Egon Wolf y Río abajo (de 1995) de Ramón Griffero.La pieza de Díaz me motivó a trabajar con este equipo de 10 personas, estamos recién partiendo con nuestros primeros ensayos y en diciembre tendremos el estreno”.
-¿Cómo es la composición del grupo?
“Hay de todas las edades, la señora Rosa Álvarez tiene más de 60, es madre de familia quien se despejó de sus obligaciones maternales y decidió incorporarse a la escuela, y hay jóvenes de enseñanza media; es (una composición) amplia y diversa y plural. Ha costado más unificar el trabajo de expresión corporal, pero esto se va puliendo en el montaje y esta es una obra bastante quieta, un texto en que se trabaja con el coro al estilo del teatro griego. Lo que va a resultar como propuesta final no se sabe aún, uno tiene una idea para trabajar de manera colectiva y no tengo un prejuicio; yo guío y ellos van a plasmar lo que piensan del texto”.
¿Qué tan importante es para ti hacer clases y disponer de este espacio?
“Es lo que he hecho hace muchísimo tiempo, partí por la DAE (Dirección de Asuntos Estudiantiles) en 2001, pero antes trabajábamos con una compañía de teatro de la Federación de estudiantes. Entre 1997 y 2000 la FEULS financió un grupo de teatro que se llamaba La Tribu y llegaban 60 a 70 personas a las audiciones. Eran otros tiempos en que el interés por la actividad teatral era muy fuerte. Luego nos quedamos sin financiamiento, pero el grupo estaba tan bien afiatado que seguimos trabajando solos, consiguiéndonos salas, ensayando en el patio. Y alguien de la DAE me pide que les presente un proyecto para formar el Grupo de Teatro de la ULS, encantada lo hice y trabajé durante 14 años en la que era la sala de folklore de don Sixto Cortés. Al tener hoy este espacio los estudiantes saben que pueden llegar en cualquier momento, como una segunda casa, algunos pasan todo el día en la universidad, y a veces vienen aquí, nos tomamos un mate, escuchamos música, leemos textos de obras que no estamos montando, se realiza otro tipo de formación. La mayoría entró a la escuela Teatro puerto, muchos quieren dedicarse al trabajo teatral en el futuro en forma paralela a sus carreras. Ya no existen esos quijotes que dejan todo por el teatro. Eso corresponde a mi generación”.
-¿Qué objetivos tienen estos talleres en la universidad?
“Fundamentalmente es la formación integral, eso es la prioridad y eso me lo deja muy claro el Departamento de extracurriculares. Yo no puedo tener alumnos con bajo rendimiento en lo académico ni gente que no sea alumno regular. Aprenden a trabajar en equipo porque no todos van a ser artistas o creadores. De a poco uno va enamorando a la gente con la actividad teatral, el espacio creativo”.
-¿Hay algún ex alumno de tus talleres que se haya dedicado luego al teatro?
“Sí, hay gente que terminó su carrera, le entregó su cartón a la familia y se fue a estudiar teatro a Santiago. Tenemos casos notables como Kathy Ramos la diseñadora del Teatro nacional (Antonio Varas) fue alumna de acá del Teatro experimental. Ella estudió Diseño, hizo su práctica en diseño teatral en la Compañía Teatro del viento –que yo dirijo fuera de la ULS-. Hay un par de actores también”.
-Claudia, de tus libros, solo conozco Palabra de teatro, ¿seguiste publicando?
“Después de esa antología, en que se recopiló a cuatro autores y fue publicada por el Fondo Manuel Concha 2009, vino el 2012 Textura en extinción, un compendio de obras mías publicado por Albricias financiado por el Gobierno Regional de Coquimbo. Eran seis obras que han sido todas montadas. Esta es una gracia de esta región porque todas las obras que se han publicado han sido montadas. Eso habla de cierta madurez del movimiento del teatral local, que si bien es pequeño, con carencias que se perpetúan, sigue siendo un grupo formado por actores profesionales y vocacionales, la mayoría. Hay voces en la región que están escribiendo y situando esas temáticas en la historia del teatro nacional. Este año tuve la fortuna de haber sido elegida por una agrupación de dramaturgos en Santiago –Interdram- con mi obra Kutun o el invierno Diaguita y fue la única obra seleccionada de toda la zona norte. Mi obra se montó, se hizo lectura dramatizada y yo estaba feliz de conocer el elenco: María Elena Duvauchelle, Luz Jiménez y Camila Leyva, Felipe Zambra, para mí fue un honor. Las tres personajes protagónicas de esa obra son mis abuelas y tía abuela. Ahora Interdram me la pidió para publicarla y montarla con ese mismo elenco”.
-Actualmente estás escribiendo, ¿se puede saber sobre qué?
“Estoy escribiendo sobre el descarrilamiento del Tren Elquino en 1971 en Gualliguaica”.
-¿Te gustan las tragedias. Antes escribiste sobre el hundimiento del Vapor Itata…
“Me encantan las tragedias. Le tengo mucho respeto al realismo y no con todos los elencos se puede trabajar el realismo pues los actores tienen diversas formaciones y cuesta trabajarlo para que salga bien. Entonces siempre me dediqué o al expresionismo o al absurdo donde se necesitaba más energía hacia afuera. Y claro, me gusta la tragedia por el rescate de la historia local”.
-¿Cómo te preparas para escribir sobre este descarrilamiento?
“Llevo tres años de investigación. Yo puedo escribir una obra en una semana, pero lo que me toma más tiempo es investigar. Necesito todos los datos, valoro mucho la información y ésta debe ser fidedigna porque estoy contando la historia de la región. Esto partió porque cuando tenía cinco años mi padre me llevó a ver el tren volcado y fue tal mi impresión que nunca olvidé esas imágenes. Y en algún momento me dije tengo que escribir todo lo que tengo pendiente, no puedo seguir con estas deudas. Y así salió Gualliguaica (pueblo inundado por el embalse Puclaro); Las parcas Chapilca (tejedoras del Elqui), Kutun… es decir, lo que se va perdiendo. Para mí es importante que la gente no olvide”.
-Volviendo al descarrilamiento, ¿qué más nos puedes contar?
“Fue una tremenda tragedia, vino hasta el Presidente Salvador Allende. Había gente de Valparaíso, había campamentos sociales en plena Unidad Popular. Este viaje llevaba a unos pobladores a ver por primera vez el mar y los llevaron también a Vicuña y ya venía de vuelta y en una parada el tren echó a andar con gente arriba y otros abajo. Lo que a mí me motiva es que unos niños no pueden haber movido la palanca de freno porque son fierros tremendos. Se habló también de un sabotaje como probable causa y mi obra pone en duda la versión de los niños y pone ambas historias en el tapete. Mi obra se llama Descarrilados porque, en el fondo, fue lo que pasó con el proyecto (Gobierno de Allende). Los personajes se llaman la Vía chilena, el dirigente sindical, la abuela muerta y los niños con alas. Estos son los personajes e igual que en el (Vapor) Itata todos están muertos”.
-En tu actividad de gestora cultural, ¿en qué estás?
“Hace mucho tiempo me planteé la idea de trabajar gremialmente y eso fue para mí la ATEL (Agrupación de teatristas del Elqui), pero como todo evoluciona (o involuciona) se sumó a la institucionalidad cultural y pasó a ser más una productora que una agrupación gremial. Esto lo dije varias veces internamente. Y me empecé a desligar de esto. Participo en proyectos concursables cada cinco años. Ahora creo mucho más en la autogestión, hago talleres en poblaciones, y mucho trabajo comunitario; vivo hace tres años en La Compañías y participamos en mejoramiento de plazas, llevamos obras de teatro. En cuanto a gestión y consecución de recursos ya no trabajo en eso, soy pésima vendedora de mi misma y de mi obra. Hoy existe la carrera y post grado en gestión cultural y yo me digo pastelero a tus pasteles, yo quiero seguir en el ámbito creativo, creo que hay que aportar con la profesionalización de cada ámbito: que el dramaturgo escriba, que el director monte, que el profesor haga su clase de teatro y no que hagamos de todo. Ya pasó el tiempo en que teníamos que hacer de todo. Yo no puedo dejar la docencia porque es a partir de lo que vivo”.
-Me gustaría conocer tu opinión sobre el I Festival de cine de La Serena.
“Fui el día de la inauguración en el Teatro Municipal, me encontré con varias personas y vi una alfombra roja… habían hablado que el festival intentaba no ser elitista, que iba a haber funciones en Las Compañías, que era abierto a todo público, funciones gratuitas. Y llego al lanzamiento y hay una alfombra roja y eso me pareció una soberana estupidez, una falta de imaginación y decidí retirarme después de recoger un programa. Me indigna que repliquemos lo peor, para mí el arte no es eso, uno es un trabajador más y uno no debería ponerse en una escala superior. Esta es una ciudad con bastantes máscaras como para seguir poniéndole otras, esta ciudad es una escenografía en sí misma con esos balcones falsos, con plantas de plástico, con postes huecos, con antenas disfrazadas de palmeras. Puede ser una rabieta mía pero cada uno tiene derecho a rabiar por lo que quiera. Entiendo que había muy buenas películas que ya veré cuando tenga una oportunidad. Me parece notable que exista la instancia de un festival de cine en la región”.
-¿Tienes nombres de personas como Juan Radrigán de quien te consideres discípula?
“No de dramaturgos pero mi teatro está alimentado de muchísimos autores, de poesía. De los malditos franceses, de los malditos ingleses. Soy una muy buena lectora, escribo desde los 10 años y partí escribiendo cuentos. Nombré a don Juan porque es con quien más me he encontrado en talleres en la región, él me conoce las mañas y yo tengo una gran cercanía. Algunos editores dijeron por ahí que mi obra le hace honores al teatro clásico chileno como Wolf, a Radrigán y a ciertos maestros que uno leyó y estudió en la escuela y los ha seguido leyendo. Me cuesta más comulgar con las nuevas dramaturgias porque están hechas afuera. Creo que para Latinoamérica el realismo mágico no lo es todo y el boom es una fruta que puede seguir dando jugo mucho tiempo, reinventándose en el lenguaje. Mis referentes son todos, mi padre, la observación del paisaje, el clima, la topografía, todo, uno es una esponja.
 

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Fuente: diarioeldia.cl